Es un mensaje que debiéramos darnos cada mañana. Mirarnos al espejo y decirnos con una amplia sonrisa: “Hoy es un gran día, hoy va a ser un gran día”. La razón es muy sencilla: Somos lo que hacemos, lo que nos decimos. Si cada día nos levantamos por la mañana arrastrándonos hasta la ducha, tomamos un desayuno a toda prisa, sin ni siquiera saborear, preocupados/as por todo lo que tenemos que hacer, agobiados por tantas ocupaciones diarias, difícilmente puede ser un gran día. Con todas esas premisas, como mucho será un día mediocre.
